Querido, aunque odiado hasta ahora, Verano:
Llegaste a mi vida en
una tarde de primavera, con mil exámenes acabados, con los nervios de tener
conmigo por fin los resultados. Llegaste inesperadamente trayendo contigo miles
de recuerdos y haciéndome pasar las noches en vela pensando en lo que pudo
haber sido y no fue, en lo que pude haber tenido y no tuve, en todo lo que
rechacé.
De repente pasé de estar en las nubes a caer en picado por
no recibir las noticias que yo pensaba que eran las que debían venir contigo.
De repente me vi buscando todo lo que me faltaba, queriendo ser feliz con todas
mis fuerzas sin saber, que eso llega sólo, que no puedes obligar a tu mente a
convencer tu corazón.
Quizá te había esperado demasiado y por eso me
decepcionaste. Y pasó Junio, y te llevaste mis esperanzas. Y llegó Julio y con
él no volvieron. Julio fue el mes más raro de mi vida, una mezcla de alegría,
nostalgia, decadencia y tensión. Pero tampoco me trajo buenas noticias y se fue
con él la ilusión.
Y tú aun estas aquí, que diablos, aún te queda mucho para
irte pero con Agosto has traído confianza, la confianza que me faltaba para no
tener que esperar más noticias.